En esta obra predomina Salvador Dalí, un hombre de expresión intensa lleva una gallina en su hombro. El uso predominante del blanco y negro acentúa los contrastes y la atmósfera surrealista del cuadro. La gallina, un símbolo de lo cotidiano, contrasta con la mirada enigmática del hombre, sugiriendo una mezcla de realidad y fantasía. La composición invita al espectador a reflexionar sobre la conexión entre el individuo y lo animal, así como sobre los temas de identidad y surrealismo que caracterizan el trabajo de Dalí.
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