Hermoso cuadro en el que se retrata el rostro de una mujer, de expresión serena. La mariposa, con su fragilidad, parece formar parte de la mujer, como si ambas estuvieran conectadas por algo más profundo.
Las manos de la mujer se colocan con delicadeza sobre su rostro, sus dedos rozan suavemente su piel, como si estuviera explorando su propia presencia o sintiendo el aleteo de la mariposa. La combinación entre la quietud de sus manos y la vivacidad de la mariposa añade una tensión sutil, una sensación de equilibrio entre lo estático y lo dinámico.
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